La manera incorrecta de dibujar
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diciembre 4, 2024Humano; más que humano
Humano, más que humano es, sin duda, una muestra colectiva que reúne a ocho
artistas del Caribe continental colombiano, nacidos en distintas épocas, alejados
de los “centros de poder” del arte del país y, sobre todo, fugados de tradiciones
estéticas que niegan la posibilidad de reinventarse en un mundo que necesita
cada vez más de las artes para vivir. Son, entonces, ocho artistas disidentes,
contrahegemónicos y caribeños locales, quienes se han acercado al cuerpo no
como cosa, no como objeto, no como esqueleto. El cuerpo para ellos revela las
dominaciones que se han registrado desde las primeras ocupaciones coloniales: la
lucha de las disidencias sexo-genéricas; la denuncia ante el mandato del
patriarcado; la vulneración de personas atravesadas por una condición étnico
racial en medio del sistema judicial; la criminalización de la protesta por parte de
las instituciones del estado; la insignificancia corporal/matérica ante lo espacial y
las inconmensurables dimensiones galácticas y universales. Esta exposición
coloca en escena aquellos cuerpos que históricamente han pasado al lugar más
oscuro del anonimato. Ese anonimato parece romperse por un momento para
entregarnos imágenes – políticas – imágenes-intimas, que hoy salen a la luz.
En las máscaras de la serie Hömö – Hümus – El cuerpo a la vez es campo, y
campo a la vez cuerpo del artista barranquillero Rubén Barrios, fotógrafo y
dibujante excepcional, plantea una deconstrucción de la cancha de fútbol. Lo hace
descolocando objetos que pertenecen a la cotidianidad de los campos deportivos:
balones, arcos, conos, dejan de ser para convertirse en una suerte de máscaras
que remiten al espacio rudo del deseo entre iguales; a los que se le suman
argollas de gran tamaño y tiras de colores que bajan en un orden perfecto. Todo
aquí parece salido de un antiguo ritual de cuerpos que se niegan a entrar en
nociones de genero establecidas, y que se aproximan al cuestionamiento de las
relaciones de poder que suceden en uno de los espacios contemporáneos más
violentos y que paradójicamente producen tanta “felicidad”: un estadio de futbol.
Algo similar ocurre en Crónica Roja de Muriel Ángulo, una artista cartagenera
formada en la generación de los años ochenta. Su obra es vasta y construida en el
plano del largo aliento. Los sesenta retratos que presenta aquí pueden ser
catalogados como una especie de álbum del mal. El trazo, la forma, la búsqueda
del color de los rostros están hechos para moverse entre la violencia y el carácter
beligerante del victimario. Estamos al frente de una representación hasta ahora
inédita de los autores del conflicto en Colombia. Una obra de aspiración retratista
que tiene conexiones con las fotografías de los “más buscados” que aparecieron
en la prensa en los años más crudos del conflicto armado, los mismos años en los
que Muriel en la desolación de su taller los pintó, no para hacer apología de ellos,
sino para conjurar esa larga salpicadura de sangre.
Otra artista venida de esos mismos años ochenta es Magola Moreno. Lo de ella es
una pintura perturbada como si se trata de un sueño, una pesadilla, una visión
más contundente del Caribe negro. Aparecen parejas, mujeres y hombres negros
en primer plano, en espacios paradisíacos tropicales o en recintos cerrados y
amoblados que exaltan estilos o tendencias decorativas y/o de vidas. Late de
manera sutil, la debacle natural y la promesa del amor en momentos de crisis. De
la aparición de corporalidades racializadas en un acto de justicia representacional
como se hizo en la publicación afroamericana Ebony Deluxe en los años setenta
en EE.UU. Mientras en Moreno el paisaje, los cuerpos y el amor son inquietantes,
en Los Misterios de la artista María Isabel Rueda, el cuerpo ausente, tácito o
presente, es baladí por su pequeñez ante lo inconmensurable del universo. El
firmamento, en la mira crítica de la artista, va más allá de la plácida contemplación
y nos lo revelan también como, ese espacio hasta donde ha llegado nuestra
capacidad de destrucción y ruina, por las basuras, la saturación de desperdicios
artificiales orbitando o, como en la obra de Rueda donde con estrategias plásticas
y visuales, se establecen poéticamente fronteras delirantes, incluso emerge una
espiritualidad muy propia.
Retomando las imágenes del cuerpo violentado, el lúcido dibujante y artista
barranquillero Luís Mendoza en su serie Sie7e Sie7e Kartuchos, registra el
incremento exponencial en los índices de violencia y criminalidad. Del mismo
modo, en estos años ha habido un auge de jóvenes llamados comúnmente
coletos, que se caracterizan por un particular estilo de vida, cuyos códigos y
comportamientos liminales rayan en la ilegalidad. Sie7e Sie7e Kartuchos es una
investigación en constante desarrollo iniciada en el 2014, en la que (a modo de
inventario y desde el dibujo), el artista registra y categoriza objetos, artefactos,
indumentaria, y un sinfín de elementos que componen la estética de estos grupos
que reflejan desde un sincretismo cultural urbano, hasta las esencias de un
sistema de prácticas y su micropolítica marginal.
Por otra parte, Cinthya Escorcia y José Álvarez, nacidos en Barranquilla y artistas
del performance, utilizan acciones efímeras, que solo duran unos pocos minutos,
para colocar el cuerpo en un orden distinto. En Cinthya el cuerpo se vuelve tensión
al sujetar con sus propias piernas floreros de vidrios o de cerámicas. Sugiere la
disputa entre lo frágil y la inercia que apenas es evidente en el registro fotográfico
que aquí presentamos. En José Álvarez, el cuerpo se expande, es cama, es
Habitación y los sueños dejan de ocupar un solo espacio para trasladarse al techo,
más cerca del cielo. En el tiempo onírico de José Álvarez, el cuerpo muda, hay
secuencia y una sensación de levedad.
La muestra cierra con Fernando Castillejo, quizá uno de los más grandes
dibujantes del Caribe. Aunque su obra no ha sido tan difundida como merece, esta
vez muestra tres dibujos de formato mediano de cuerpos que han sido
descatalogados. Sin embargo, en Castillejo estos cuerpos encuentran salvación.
En uno de ellos coloca la figura de dos hermanos gemelos sobreponiéndose uno
con el otro. En otra, integra el retrato humano con el escenario popular de los
barrios de extramuros de las ciudades caribeñas en crecimiento: el cuerpo no
está solo, sino al lado de un aviso de tienda, una bicicleta vieja, un
cartel. Entonces, en “Humano; más que humano” el cuerpo trasciende; los artistas
van más allá de su materialidad y de sus representaciones clásicas; con
diferentes técnicas, lo ubican en nuevos espacios, para habitar dimensiones
cuestionadas y problematizadas.
Museo MUZAC